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domingo, 1 de abril de 2012

Chepito y el Trompo

Ella respondió la pregunta.

Ella se acercó y con sus ojos obscuros le miró como miraba a todos los que antes le habían preguntado lo mismo. Desde su cabeza blanca, bien peinada y aseada y con el ritmo de su viejo corazón, mojó sus labios, suspiró y juntó el valor que ha mostrado durante estos quince años.

-Se llamaba José, para mí era Chepito-.

Ella juntó sus manos en el pecho y miró al horizonte en un intento de visualizar mejor sus memorias, como si con ellas pudiera trasportar a los presentes al momento fatídico que guarda con tanto dolor y que ahora sale de su cárcel de falso olvido para ventilar el alma de la pobre mujer. Ella era la madre de Chepito.

-Mi niño era alegre y muy travieso, a penas y vivíamos a frijolitos y sal, pero él era felíz le bastaba tiempo libre y un su trompo de madera con punta de clavo que cómo le daba batalla-


Ella luchó por seguir su testimonio, se empeñó en deshacer el nudo histórico que tenía en la garganta y prosiguió con voz casi quebradiza pero alentada por la escucha que recibía en ese instante. Relató la vida en El Salvador durante el periodo de las guindas y las matanzas, citó con claridad el registro de las matanzas en la zona donde una vez creció labrando la tierra de sus padres y que en esos días se regaba con sangre y lágrimas de horror.

-Éramos una comunidad pequeña como un coyolito, ya nos habían dado sustos los soldados y molestado los patrulleros buscando a los guerrilleros. Ellos hacia mucho que ni de cerquita pasaban y ya nadie del lugar estaba organizado con ellos, pero los soldados insistían, y no más preguntaban y preguntaban. Al principio solo hablaban, después golpeaban y al final disparaban a los barriles de agua, a los animales. Después nos enteramos que ni preguntaban ya, sólo mataban y arrasaban con todo. La cosa se puso fea y  tuvimos que ponernos de acuerdo con las otras comunidades a través del cura. Había que estar prevenidos para salir en guinda una vez divisaran a los soldados. Tres cuetes de vara reventando seguidos sería la señal de peligro-.


Ella silencio sus labios para tomar aliento y dejar rodar unas lágrimas por sus mejillas resecas y arrugadas, se inclinó de forma preocupante para adelante y retomó la vertical lentamente, como si entrara en trance, sus ojos se vaciaron y en el fondo de ellos podía verse las escenas que guardó en el fondo del alma por quince años.

-Eran justo las doce, entraron por el Este, mi Chepito gritaba corriendo y gritaba y gritaba como nunca, Mamí Mamí ahi vienen, aqui están Mamí, reviente los cuetes Mamí...-.


Ella torció sus labios para no dejar salir un lamento, todos y todas las demás le ayudaban a vertir lágrimas para lubricar el horror y el dolor que fluyeron en la sala. El que preguntó al inicio no pudo más que ser testigo del río de recuerdos del caos y barbarie compartiendo el nudo de sentimientos en la garganta de la anciana.

-Sólo recuerdo correr al establo y encender los cuetes al mismo tiempo. sonaron justito cuando ellos comenzaron a disparar, no recuerdo para donde habían ido todos, yo me fui por la cañada por que ni tiempo tuve de buscar a Chepito, mi idea era rodiarlos por la cañada para ir por mi Chepito. Caí mal y rodé entre las hojas secas y palos rotos, no supe de mi hasta un día después, ya se habían movido los soldados y fuí a buscar ayuda, como por obra de Dios seguí la cañada hasta que salí a un terreno que llevaba a la carretera, ahi encontré gente que me llevó al hospital. No volví a ver a Chepito.-

Ella salió del trance y volvió a respirar profundamente, hasta entonces se enjugó las lágrimas y recuperó su postura, sus labios se apretujaron en un gesto de espera y dignidad, sus manos se unieron a las de los demás y caminó hasta el frente de la sala, había concluido su historia.

El que había preguntado juntó a todas y todos al rededor de Ella, les recordó que en unos días la fiscalía permitiría la entrega de cuerpos. Por fin y después de casi dos décadas, la fosa común clandestina había sido oficialmente analizada y los cuerpos reconocidos, todos recibirían a sus familiares y serían depositados por fin en tierra sacramentada. Chepito fue el primero en ser reconocido,  el dictamen forense concluyó que fue muerto por tiros de fusiles. Uno le rompió las costillas, otro le atravesó el corazón y el tercero terminó totalmente con su existencia al tener trayectoria de entrada por la nuca. Lo encontraron a la entrada Este del cantón, fue el primero en ser masacrado, por ser el primero en divisar a los asesinos militares y fue el último cuerpo en entrar a la fosa clandestina.

-Cuando nos avisaron hace poco que abrirían la fosa, fuimos todas a ver. El primer cuerpecito que salío fue de un niño, de mi Chepito, lo reconocí por el pantaloncito a cuadros celestes y la camisita blanca, y aunque ahora su ropita estaba toda sucia ,sabía que era él, por que mi pajarito lindo siempre llevaba un trompo en su bolsa del pantalón, en la de la izquierda, y ahi mismo las doctoras que sacaron el cuerpo le descubrieron su trompo que tanto quería, justo en su pantaloncito. se lo llevó al cielo mi hijito-.

Ella se alegró y volvió a sonreir, pudo encontrar a Chepito una vez más, pudo pedirle perdón y pudo llevarlo  en brazos una última vez, también le pudo hacer un regalo de cumpleaños postumo, un trompo nuevo para que lo hiciera bailar frente a Dios.




Chicot, Chicot....¿Cuantas veces los que dicen defender la patria terminan asesinándola? ¿Cuantos Chepitos se necesitan para salvar al mundo? Sin duda nunca el odio y la locura serán mas duraderos que el amor y las esperanzas de una madre.

#Chepito y el Trompo
Ceremonia de entierro en memorial a las víctimas de la masare de el Cantón Guadalupe El Salvador.

sábado, 31 de marzo de 2012

INTOLERANCIA

Nació en una champa antes de tiempo, Marta  sabía que su cuarto hijo no deseado, podía morirse pronto si no lo veía un médico porque la partera le dijo que ese niño  había nacido "azul", Marta no podía llevarlo porque no tenía ni para el bus que la pudiera transportar  al centro médico mas cercano, sin embargo y contra todo pronóstico el niño se "crió" entre pobreza extrema e indiferencia, no solo de su madre que se tenía que partir la espalda lavando ajeno, sino de la comunidad y sociedad en que crecía.
Un día mientras, el adolescente en que se había convertido este niño, recogía leña para el fogón de la casa, se le acerco un muchacho bajo, lánguido y vestido con una camiseta desmangada y de aspecto serio y retraído, se le acerco sin vacilar y le dijo que lo acompañara a a ser parte de una verdadera  familia, hermandad, grupo, ganga, pandilla, como se quiera interpretar. El hecho es que este muchacho se vio interesado en sentirse especial para alguien y más aun en ser tomado en cuenta y hasta cierto punto sentirse protegido.
En efecto, tuvo que pasar pruebas según le explicaba este muchacho en tono contundente,  como si se tratase de un verdadero rito de iniciación de algún exclusivo grupo, donde solo los aguerridos y valientes machistas pueden entrar. Al fin y al cabo si te tocan el ego machista, tenes que responder como hombre, si no, que van a pensar los demás (hombres y mujeres por supuesto). .
 Alfredo se vio tentado por muchas razones obvias, sería alguien identificado con un  grupo que tenía reglas estrictas sobre obediencia y actuación contra los rivales. Defendería su barrio y podría gozar de ciertos privilegios a medida se ganara el respeto de los demás miembros. Este respeto generalmente merecido por los actos de coraje al poder matar a un objetivo, porque no era un ser humano ( a su modo de ver)  desde el momento en que se decidía exterminar a otro con saña y barbarie, era el enemigo, un rival un soplón o algo peor, menos un ser humano. 
Una tarde Alfredo se decidió y con la mano temblorosa y el corazón  a mil por hora levanto un arma que se le había dado dos días antes envuelta en una manta y metida en una bolsa de papel, la apunto contra un taxista que dormía en su asiento delantero esperando clientes, y su pecado para merecer este fin era no haberles hecho un viaje a los muchachos para cometer otro crimen. Así Alfredo disparo esa arma y después de sentir  la descarga del arma, y ver  que los sesos del taxista se desparramaban en la ventana del pasajero, corrió temblando y pensando, "..lo mate, lo hice, me voy a condenar, ya que, no hay vuelta atrás". Su nueva familia además decidió pegarle para probar su aguante y descargar su enojo también, no contra El sino contra otros según sus historias propias. Logro ser parte de esa pandilla, logro ganarse respeto pero lo más importante, era "alguien " significada algo para otros y ya en su comunidad le tenía miedo. Era una sensación agridulce su madre le suplicaba que no lo hiciera más, que solo le causaba vergüenza y dolor, pero lo hecho estaba hecho y no había vuelta atrás.
Un día Alfredo terminó en un penal capturado y lo condenaron por un crimen que ni siquiera cometió, fue donde decidió cambiar el estilo de vida y renovarse,  sin embargo la sociedad no lo quiso escuchar, porque no se lo merecía, según ellos por ser tan barbárico y sanguinario; una vez más la intolerancia contra los errores mas crueles de un ser humano no permitieron que se enmendara y peor aun se salvara otra vida, la de Alfredo, y todo por que la sociedad no lo veía como un humano sino como un monstruo, un animal,  como un enemigo, cualquier cosa menos un ser humano. Al igual que los pandilleros deshumanizan al momento de aniquilar, la sociedad juzgando y queriendo ser los primero en tirar las primeras piedra pueden deshumanizar también, solo que la sociedad lo hizo desde que Alfredo nació, al invisivilizarlo  y no querer complicarse o peor aun sentir una  incomoda culpa con un niño que ni siquiera tuvo la oportunidad de escoger si ser el  ingeniero o el ser licenciado que   ahora lo juzgan. 

jueves, 15 de marzo de 2012

Seis mil sesenta años

Los gritos aún retumban en la sierra. Las niñas, las mujeres, los bebés y los ancianos claman por sus vidas en los ecos del viento entre las ramas de los árboles, y las súplicas de las víctimas siguen murmurando entre el cántico del río y el rumor de la arenilla en el viento.

Mientras la memoria de los parajes recuerda los horrores atestiguados, los seres humanos se empecinan en olvidar, unos por el gran dolor que los obliga a naufragar siempre en los mares de la evasión emocional, otros simplemente por que les conviene que se olvide, como si eso les aliviara el peso de los señalamientos o como si no les provocara hastío seguirse defendiendo, bajo el prepotente argumento de la defensa de la patria. Como si la patria no fuera hecha de carne y hueso de hermanas y hermanos que viven bajo el mismo cielo, como si la patria necesitara de beber sangre de sus hijos y el desmembramieto de sus hijas para saciar su sobrevivencia.

Entre todo este escenario de olvido y horror, de injusticia y olvido, de dolor y memoria, de muertos desconocidos y familiares perdidos, de selva herida y fusil herético y a más de poco menos de treinta años, cien años, mil años de espera judicial, por fin, por una vez en la tierra de los Quetzales la justicia fue la que gritó con todas sus fuerzas ¡Basta ya!

Hizo falta que desfilaran en testimonio las voces de las violadas y los masacrados, hizo falta que las memorias invencibles insistieran en horadar la insensibilidad, como la gota intermitente horada la piedra a través de los siglos, hizo falta más de una vida de lucha. Pero al final, la luz se levantó contra la obscuridad justo como el primer día de la creación. La sentencia alcanzó al carnicero inhumano.

Ese, que con el pretexto de la defensa de su patria fue capaz de acuchillarla con la matanza de cientos de almas. Ese, que adoctrinado por la siempre conveniente violencia ejercida a su favor y a favor de sus mil veces malditos jefes y superiores. Ese que se regodeó como lo hace el demonio frente a sus huestes mientras robaba almas con su cara pintada de Kaibil.

Ese, ese que al fin y al cabo también es un ser humano que nos recuerda hasta donde podemos caer en nuestra naturaleza, ese, ese general, ese milico, ese comandante, ese asesino, ese "patriota", ese servidor, fue condenado a la pena mínima indispensable para que sus delitos no se olviden por la humanidad.

Lo condenaron a ser despojado de la Gloria y de los laureles y a  la mínima pena de seis mil sesenta años, que es lo mínimo que necesitará para suplicar el perdón de sus 201 pecados.


Chicot, mi querido Chicot. Que liberadora es la justicia cuando hay reparación en contra del olvido.


Foto Reuters.

viernes, 9 de marzo de 2012

Amor de Hermana



Ante el dolor de todos los presentes, ella hizo figura y fondo con sus pasos lentos y contundentes. Con el dolor de vida de sus noventa y tantos años y la expreiencia de enterrar  a tres hermanas, la anciana imponente desde su pequeñéz física y su altura espiritual, avanzó como con cuenta gotas hacia la capilla ardiente.

Mientras tanto todos callaban, nadie se atrevía a preguntar o comentar, solo  los pasos exigián orden y respeto en el trascurrir de su persona. Al llegar al pie del feretro en la capilla, los demás abandonaron el lugar para dejarle espacio a su despedida final.

Sola. Sola con sus viejos recuerdos sólidos como la piedra, La dulce hermana mayor acariciaba el frio ataud color café, como si acariciara por última vez la frente de la menor de sus hermanas. Le vino a la mente un recuerdo y una lágrima a sus ojos cansados, suspiró y contuvo el llanto. Con una sonrisa triste retomó el aliento y dejó salir de su boca ancestral una tonada que invadío el recinto como el olor de las flores en las guirnaldas funerarias.

"Le está arrullando por última vez" dijo una doliente. Se podia ver desde la puerta de la capilla la figura cansada de la anciana acariciando el ataud y susurrando aquel viejo tango que utilizaba para dormir a sus pequeñas hermanas. El sol se ponía por la única ventana del lugar.

Vieja pared del arrabal, tu sombra fue mi compañera.....

Le está diciendo adios.... adiós mami...

Madreselvas en flor que nos vieron crecer........

Le canta a la abuelita...adiós abuela querida
Amor y fè, mentira son y del dolor se rie la gente.....

Le canta a su hermanita.....Adiós tia 


Si todos los años tus flores renacen ¿por que ya no vuelve mi primer amor?.



Las notas caian como gotas de agua tibia en el recinto. Los pétalos de flores le acompañaban y las lágrimas sellaban para siempre los ojos de la Hermana difunta, la última de todas ellas. La anciana había cumplido con su cometido de hermana mayor. Terminó de arrullar a su querida hermanita y le dió el beso final encomendándola a Dios.


chicot, chicot.......¿cuantas veces puede observarse la ternura de un canto que eleva el alma de un difunto hacia la vida eterna?  En ese momento, el tiempo se detiene y transcurre sí y sólo sí la canción de arrullo lo permite, dejándo entonces salir el vacio del adiós final. Sobre todo si se arrulla por última vez a una hermana querida, que fallece añosa pero se va como la niña del ayer, durmiéndose entre tangos y madreselvas.

#amor_de_hermana



martes, 6 de marzo de 2012

Bienvenida

Bienvenidos y bienvenidas a este espacio de libre y mordaz expresión. Aquí encontraran  desde diversos estilos una oportunidad de reflexionar sobre la realidad, la sociedad, las relaciones humanas,  artes y aquellos aspectos populares de la cultura general, con el toque espontaneo de sus autores. 
Encontraras en este Blog a modo de historias, crónicas, pequeños relatos y humor negro la realidad plasmada desde nuestra alma, opinión  o sentir. 

Esperamos que participes libre y espontaneo también. 

Atentamente,

Los autores.