sábado, 31 de marzo de 2012

INTOLERANCIA

Nació en una champa antes de tiempo, Marta  sabía que su cuarto hijo no deseado, podía morirse pronto si no lo veía un médico porque la partera le dijo que ese niño  había nacido "azul", Marta no podía llevarlo porque no tenía ni para el bus que la pudiera transportar  al centro médico mas cercano, sin embargo y contra todo pronóstico el niño se "crió" entre pobreza extrema e indiferencia, no solo de su madre que se tenía que partir la espalda lavando ajeno, sino de la comunidad y sociedad en que crecía.
Un día mientras, el adolescente en que se había convertido este niño, recogía leña para el fogón de la casa, se le acerco un muchacho bajo, lánguido y vestido con una camiseta desmangada y de aspecto serio y retraído, se le acerco sin vacilar y le dijo que lo acompañara a a ser parte de una verdadera  familia, hermandad, grupo, ganga, pandilla, como se quiera interpretar. El hecho es que este muchacho se vio interesado en sentirse especial para alguien y más aun en ser tomado en cuenta y hasta cierto punto sentirse protegido.
En efecto, tuvo que pasar pruebas según le explicaba este muchacho en tono contundente,  como si se tratase de un verdadero rito de iniciación de algún exclusivo grupo, donde solo los aguerridos y valientes machistas pueden entrar. Al fin y al cabo si te tocan el ego machista, tenes que responder como hombre, si no, que van a pensar los demás (hombres y mujeres por supuesto). .
 Alfredo se vio tentado por muchas razones obvias, sería alguien identificado con un  grupo que tenía reglas estrictas sobre obediencia y actuación contra los rivales. Defendería su barrio y podría gozar de ciertos privilegios a medida se ganara el respeto de los demás miembros. Este respeto generalmente merecido por los actos de coraje al poder matar a un objetivo, porque no era un ser humano ( a su modo de ver)  desde el momento en que se decidía exterminar a otro con saña y barbarie, era el enemigo, un rival un soplón o algo peor, menos un ser humano. 
Una tarde Alfredo se decidió y con la mano temblorosa y el corazón  a mil por hora levanto un arma que se le había dado dos días antes envuelta en una manta y metida en una bolsa de papel, la apunto contra un taxista que dormía en su asiento delantero esperando clientes, y su pecado para merecer este fin era no haberles hecho un viaje a los muchachos para cometer otro crimen. Así Alfredo disparo esa arma y después de sentir  la descarga del arma, y ver  que los sesos del taxista se desparramaban en la ventana del pasajero, corrió temblando y pensando, "..lo mate, lo hice, me voy a condenar, ya que, no hay vuelta atrás". Su nueva familia además decidió pegarle para probar su aguante y descargar su enojo también, no contra El sino contra otros según sus historias propias. Logro ser parte de esa pandilla, logro ganarse respeto pero lo más importante, era "alguien " significada algo para otros y ya en su comunidad le tenía miedo. Era una sensación agridulce su madre le suplicaba que no lo hiciera más, que solo le causaba vergüenza y dolor, pero lo hecho estaba hecho y no había vuelta atrás.
Un día Alfredo terminó en un penal capturado y lo condenaron por un crimen que ni siquiera cometió, fue donde decidió cambiar el estilo de vida y renovarse,  sin embargo la sociedad no lo quiso escuchar, porque no se lo merecía, según ellos por ser tan barbárico y sanguinario; una vez más la intolerancia contra los errores mas crueles de un ser humano no permitieron que se enmendara y peor aun se salvara otra vida, la de Alfredo, y todo por que la sociedad no lo veía como un humano sino como un monstruo, un animal,  como un enemigo, cualquier cosa menos un ser humano. Al igual que los pandilleros deshumanizan al momento de aniquilar, la sociedad juzgando y queriendo ser los primero en tirar las primeras piedra pueden deshumanizar también, solo que la sociedad lo hizo desde que Alfredo nació, al invisivilizarlo  y no querer complicarse o peor aun sentir una  incomoda culpa con un niño que ni siquiera tuvo la oportunidad de escoger si ser el  ingeniero o el ser licenciado que   ahora lo juzgan. 

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